Un esquisto de cielo hecho de añil, marino, endrinas
y el color indefinido de la estela que deja el surrurro templado de brisa en los ojos.
Ese insistente bisbiseo del aire sobre el sudor.
Eco de pájaros y tractores, movimiento en los barbechos.
Luces que disimulan las antenas en su vaivén de chopos.
El olor de chimenea, cuando solo transitamos el Otoño.
Y el mantra de la presa.
(En las apps de meditación se llama ruido blanco).
Parece que no esté un volcan en erupción aquí en la Palma.
Parece que no tengamos amigos pasándolo regular allá por Utah.
Volvamos al trabajo de olvidarlo.
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